El cine en Rusia comienza a
desarrollarse prácticamente al mismo tiempo que en el resto de Europa y en los
Estados Unidos. El cine soviético tiene la particularidad de que, a pesar de
estar controlado por el régimen, vive uno de sus momentos de mayor esplendor.
A partir de 1917,
con la toma del poder por parte de los soviets, el cine se convierte en el arte
oficial del régimen, convirtiéndose en un medio de propaganda. Dado el interés
que el nuevo gobierno tenía en el cine, dotó a los cineastas soviéticos de los
medios necesarios para desarrollar su trabajo y crear películas y documentales
que no sólo buscaran el entretenimiento, sino que también sirvieran para
adoctrinar, motivar y explicar a la sociedad el ideario soviético. En torno a
Moscú aparecen varios centros de enseñanza de los oficios cinematográficos,
como la FEKS.
El cine soviético se
caracteriza no solo por su vinculación política con el nuevo régimen, sino
también por sus innovaciones estéticas: el enorme interés por el montaje. En
las películas soviéticas el cineasta juega con el espacio y el tiempo,
manipulándolos a su voluntad. Otros elementos plásticos como la fotografía
también acaparan la atención de los directores soviéticos, cuyas películas
siempre denotan un enorme sentido estético.
De la primera
generación de directores soviéticos destacan Eisenstein (autor de El
Acorazado Potemkin uOctubre) y Vertov, quien se dedica sobre todo al cine
documental propagandístico, siendo un modelo para posteriores documentalistas
europeos y norteamericanos.
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