Durante la llamada “era de los
estudios”, el oligopolio de las ocho compañías produjo alrededor de las tres
cuartas partes del todos los largometrajes que dio la industria y las cinco
grandes compañías produjeron la mayoría de las películas de elevado
presupuesto. Las pequeñas productoras como Monogram o Republic se limitaban a
producir películas menores, westerns baratos o seriales, que proyectaban en
pequeños cines de barrio o, en determinadas ocasiones, en salas pertenecientes
a las cinco grandes. Por tanto, el oligopolio de sociedades acaparaba el 90% de
los ingresos de la taquilla. También las cinco grandes controlaban áreas del
proceso de producción como los laboratorios o la edición musical.
No obstante, las
grandes compañías no pudieron evitar que diferentes productores, actores y
directores independientes, con estudios y financiación propia, intentaran sacar
sus películas adelante, aunque sin lograr hacerles verdadera competencia a los
grandes estudios. Es el caso del productor y director David O. Selznick, que
logró sacar adelante Lo que el viento se llevó a través de su propia
productora independiente. Por su parte, United Artists estuvo distribuyendo
películas de estos independientes. Incluso dos compañías independientes
consiguieron fusionarse con otras importantes productoras, a cuya
revitalización contribuyeron. Es el caso de la 20th Century con Fox, en 1935, e
Internacional con Universal en 1945.
Durante los años 40,
los productores independientes comenzaron a hacerse notar, debido al aumento de
público en las salas. Así, importantes estrellas, productores y directores
fundaron productoras para realizar unas pocas películas. El rígido sistema de
estrellas, con sus contratos de siete años, comenzó a resquebrajarse. Cada vez
eran menos los actores que firmaban contratos en exclusiva con algún estudio y,
llegados a 1950, casi todas las primeras figuras del cine contaban con su
propia productora.
La fundación de los
sindicatos en Hollywood en los años de la Depresión y su afianzamiento durante
la Segunda Guerra Mundial contribuyó por su parte al surgimiento de productoras
independientes. Durante los años cuarenta y bajo el apoyo de los sindicatos muchos
se lanzaron a producir películas por su cuenta. En 1945, el Sindicato de
Escritores Cinematográficos contaba con 952 miembros activos, de los cuáles
sólo 174 tenía contratos con alguna de las ocho compañías del oligopolio.
Como consecuencia, a
las grandes compañías les resultaba más difícil tener bajo control a estrellas,
directores, productores o guionistas, lo que les indujo a orientar sus
esfuerzos más hacia la distribución, especialmente en el extranjero, y a la
exhibición. Como reacción a la pérdida de control sobre la producción de
películas, las cinco grandes y las tres pequeñas se unieron para proteger sus
intereses. El instrumento para recuperar el control sobre la industria fue
elaborar un sistema propio de censura que toda película que quisiera ser
distribuida tenía que superar. A través de su asociación comercial, la Motion
Picture Producers and Distributors of America (MPPDA), que había sido fundada
en 1922 como autodefensa contra la censura de los gobiernos estatales,
implantaron la autocensura. De esta manera, en 1934 se impuso una normativa de
cumplimiento obligatorio, con multas de hasta 25.000 dólares, bajo la que las
compañías del oligopolio debían enviar todos los guiones de sus películas para
su aprobación. Las películas que no eran aprobadas no podían salir al circuito
de exhibición prácticamente, pues estaba controlado por las grandes compañías.
Era obvio que las grandes compañías no iban a renunciar fácilmente a un mercado
mundial que prácticamente controlaban. No obstante, ya en los años 50 y
conforme las cinco grandes fueron perdiendo parte de sus salas de distribución,
este sistema se suavizó.
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